Nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, y muchos de sus ancestros, comían la fruta que el árbol les brindaba. Pero como su árbol era pródigo en ciertos años y en estación, sus cuerpos, anqué saturados de disfrutar de prodigiosos manjares, no daban abasto para consumir tanta nobleza. Y había momentos en que no había fruta.