Hoy por hoy, muchas son las personas que actúan según y cómo se presenten las circunstancias. Durante el día, en los momentos en los que juzgan ser observadas, son respetables individuos y, durante la noche, instante en el que se sienten libres de las miradas de las personas que forman su círculo social, son completamente diferentes. En su esfera socia usan una máscara y la retiran cuando están fuera de ella… ¿Qué forma de vivir nuestra vida es ésa?
¿Podemos seguir engañando a los demás? No se puede desaparecer en el mar cuando el sol se pone, y pretender que se deje de contemplarnos en todas nuestras actitudes. Cuando actuamos así, las únicas personas engañadas somos nosotros mismos. Perdemos la oportunidad de disfrutar los ricos y maravillosos beneficios que trae vivir en paz y tener nuestra conciencia limpia de toda falta.
Nosotros necesitamos ser los mismos, tanto durante el día como durante la noche. Debemos ser auténticos cuando estamos en nuestro trabajo o lejos del mismo; cuando estamos junto a nuestros amigos o en nuestras casas y, también, cuando estamos de vacaciones en la playa… Cuando ejercitamos nuestra vida, ¡siempre es de día!
¿Sería posible que escondamos algo de nosotros? ¿Podríamos nosotros tener dos caras, una para nuestros allegados y otra para el resto del mundo?... Si para ambos casos la respuesta es "no", ¿por qué aún insistimos?