Sus ojitos se abren cada mañana
como cierres que lentamente nos inventan el azul del cielo.
Su sonrisa es como el agua del río virgen,
transparente, con pasos de ruido sensible,
continuamente eterna.
Gota a gota su amor se enfrenta a la maldad diaria,
y vence en cada vida renovada que escapa de la acera enemiga.
Ella es mi heroína,
mi princesa terrenal,
mi brazo fuerte,
mi alma gemela,
la parte que me hace diferente, que me completa.
Ella es la idónea que hace que este hombre débil y con prejuicios
se convierta en otro que predica países
y lleva buenas nuevas que transforman árboles y montañas.
Ella, aunque no lo sepa,
es una herramienta que utiliza Elohim
para que la familia esté perfectamente unida.
Ella es la tuerca que le falta a mi razón.
Con ella soy menos locura y mi impulsividad hace las cosas con mesura.
Ella representa para mí al ángel que Dios envió a la tierra
para escribir sobre mi alma entristecida: vuela que yo te liberto del pasado.
Ya creada y conviviendo con la desprovista humanidad,
viene compartiendo pedazos de cielo, por estas calles sin nombre
que, como terrones de poesía, endulzan los caminos de los hombres más valientes.
Nunca se cansa.
Es paciente,
Servicial.
No alardea de aquellos truenos que la persiguen para amedrentarla.
Sabe adónde va y conoce su futuro,
ese que dejó escrito con su ejemplo,
hace dos mil años,
un judío maravilloso quien nos declaró, sin una gota de sangre,
que era el hijo de Dios y que todo estaba consumado.
Al seguir sus pasos. Seguimos el verdadero camino de la libertad.