Leer la música del viento
y creer que son los pájaros azules
de los ángeles sin miedo.
Recordar a los amigos del ayer
jugando el ajedrez de la vida
en la esquina risueña de las calles
que aún retienen del abrazo, las huellas
en cada semáforo que perdura desempolvando al rigor del tiempo…
Oír de nuevo las trompetas
que reúnen a las fiestas
a los hombres y a los niños
y a veces a los querubines
que custodian
en primera fila la alegría.
Olvidar a los monstruos
de la fiebre
del oro y del petróleo
que rompen el corazón de la tierra,
fieras desgarrando gacelas,
ansias de poder ceñidas con el cetro del abismo.
¿Por qué crucificar al libre y al esclavo,
si todos son peces del mismo lago,
dónde está el samaritano?
Los ojos del dolor deben embeber solo el pasado,
hoy quiero arquitectos de la paz
fabricando felicidad.
Hagamos de la lluvia de invierno
un sol de verano,
que la poesía del amor
cure lo lastimado,
quiero un pacto de hermanos:
remendar las fisuras
-primero- las que hay en el alma
y entrará por las puertas del silencio la calma…
¡Quiero tocar sin guantes a la noche
en el día de la eternidad!
